lunes, 22 de abril de 2013


CIBERCRIMEN

Aunque han pasado ya más de treinta años desde que comenzó a hablarse de la criminalidad informática, y más de veinte desde que se acuñó el término cybercrimen, parece que el fenómeno de la criminalidad relacionada con el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación  sigue siendo totalmente novedoso y por ello, parcialmente  incomprendido por la sociedad en general y, en particular, por las instituciones que tienen que afrontar la prevención de esta amenaza.
El cibercrimen  forma parte ya de la realidad criminológica de nuestro mundo pero, como se verá posteriormente, en muchas ocasiones se exagera la amenaza que el mismo supone y en otras no se percibe el riesgo real que el uso de las TIC conlleva. Creo que a nadie escapa la lógica de que esta novedad dure tanto: la revolución de las TIC, como concepto amplio, abierto y dinámico que engloba todos los elementos y sistemas utilizados en la actualidad para el tratamiento de la información, su intercambio y comunicación en la sociedad actual, en la que se enmarca el fenómeno del cibercrimen, no ha terminado  todavía ni lo hará en mucho tiempo, lo que supone que la cibercriminalidad o delincuencia asociada al ciberespacio seguirá expandiéndose y evolucionando en las próximas décadas.
En efecto, el desarrollo de todo el conjunto de tecnologías informáticas que empezó en los sesenta y setenta y que tuvo su espaldarazo definitivo con  la creación de Internet y su posterior universalización hasta su conversión en el medio de intercomunicación social más importante de la actualidad, no tiene visos de haber firmado sus últimos avances, sino que, más bien al contrario, parece que la rapidez con la que aparecen nuevas tecnologías se ha ido incrementando exponencialmente. Desde luego, lo han hecho los efectos sociales que han acompañado a la revolución de las TIC: gracias a la aparición de Internet y a su popularización a escala planetaria nos hemos acercado enormemente a la creación del ciberespacio virtual tal y como lo concibiera el que acuñó tal término, William Gibson, al haberse configurado de forma paralela al mundo físico un espacio comunicativo e interactivo que, especialmente en la primera década del siglo XXI, ha modificado las relaciones económicas, políticas, sociales y muy especialmente, las personales.
 Hoy, la utilización de los servicios de Internet o las redes de la telefonía móvil constituyen la forma más común de comunicarse personalmente con familiares, amigos o personas del entorno laboral, y no sólo para adultos sino también para los menores de una generación que no entenderá la comunicación entre iguales sin la Red; también es Internet el vehículo por el que fluye ya la mayor parte del dinero en el mundo: todos los bancos y entidades financieras actúan por medio del ciberespacio, y cada vez son más las transacciones económicas y los negocios a pequeña, mediana y gran escala que se llevan a cabo directamente a través de este medio de comunicación global.
 Además, todo parece indicar que la incidencia del ciberespacio en todos los aspectos de la vida social no va a ir disminuyendo, sino que seguirá creciendo. Conforme lideren el mundo los denominados «nativos digitales» o nacidos en la era de la web 2.0 popularizada, con los sistemas informáticos como forma de trabajo y también de diversión, con las redes sociales como forma de interactuación social, con las tecnologías móviles totalmente conectadas y con toda la información en la palma de su mano, el ciberespacio, como lugar de encuentro por el uso de las TIC, irá expandiéndose y la novedad del cibercrimen.
Porque lo que también es innegable, es que todos esos cambios sociales que estamos viviendo a raíz de los cambios tecnológicos que se están sucediendo, tienen su reflejo en la criminalidad como fenómeno social que es. Lo tienen, concretamente, en la aparición de un nuevo tipo de delincuencia asociado al nuevo espacio de comunicación interpersonal que es Internet. De hecho, la evolución del cibercrimen como fenómeno criminológico ha transcurrido de forma paralela.
La evolución de los intereses sociales relacionados con las TIC: cuando el protagonismo lo tuvieron las terminales informáticas y la información personal que ellas podían contener, aparecieron nuevas formas de afectar a la intimidad de las personas; cuando dichas terminales y la información en ellas contenida comenzaron a tener valor económico y a servir para la realización de transacciones económicas, surgieron las distintas formas de criminalidad económica relacionadas con los ordenadores y muy especialmente el fraude informático que, a su vez, evolucionó hacia el scam, el phishing y el pharming cuando apareció Internet; finalmente, con la universalización de la Red y la constitución del ciberespacio comenzaron a surgir nuevas formas de criminalidad que aprovechaban la transnacionalidad de Internet para atacar intereses patrimoniales y personales de usuarios concretos, pero también para afectar a intereses colectivos por medio del ciberracismo o del ciberterrorismo. Hoy, cuando el protagonismo empiezan a adquirirlo las redes sociales y otras formas de comunicación personal en las que se ceden voluntariamente esferas de intimidad y en las que se crean relaciones personales a través del ciberespacio, y que a la vez no disminuye sino que aumenta la actividad económica en Internet, asistimos a un momento álgido de la criminalidad en el ciberespacio, tanto en sentido cuantitativo dado el creciente uso de Internet en todo el mundo y por todo el mundo, como cualitativo al aparecer nuevas formas de delincuencia relacionadas con los nuevos servicios y usos surgidos en el entorno digital.
Obviamente esta evolución del cibercrimen también conlleva una evolución en sus protagonistas esenciales, los criminales y las víctimas: del ya mítico hacker estereotipado en el adolescente introvertido y con problemas de sociabilidad, encerrado en su casa y convertido en el primer ciberespacio en un genio informático capaz de lograr la guerra entre dos superpotencias usando sólo su ordenador, hemos pasado a las mafias organizadas de cibercriminales que aprovechan el nuevo ámbito para aumentar sus actividades ilícitas y sus recursos. Y al no ser los cibercrímenes únicamente los realizados con ánimo económico, también varían los perfiles de cibercriminales que cometen delitos que no son más que réplicas en el ciberespacio de los que ejecutarían en el espacio físico. Y lo mismo sucede con las víctimas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario